"Pasiones desatadas", de Manuel Caballero Castilla

08.06.2019

Se arrepintió de haber concurrido al Adonáis con su poemario "El día que se me escapó el unicornio". Fue anunciarse en los suplementos literarios de la prensa y en los programas culturales de las emisoras que lo había ganado y acabar su tranquilidad al volante en la línea 7. Aunque no llevaba más de seis meses con ese trayecto, sus pasajeros habituales lo sorprendieron atosigándolo con felicitaciones, abrazos y hasta por quejas de que no se hubiese puesto aún a la venta. Tanto que, abrumado por su timidez de poeta tímido, tuvo que pedir el cambio a otro recorrido donde no lo conociesen.

Como buen sobrino que era, acabó viéndose obligado a traicionar su decisión de ignorar los concursos y, cediendo a las presiones de su madrina la tita Mercedes, presentó al Premio Loewe su Pesadillas con Nefertiti, que había ido fraguando durante sus catorce meses de destino en el Plaza de España- Avenida de Ovidio.

Consiguió ganarlo aunque hubo de pagar el precio que se temía, que le venía quitando el sueño: ver aparecer su cara en los noticiarios y periódicos. Los usuarios le preguntaban, antes de darle los buenos días, si tardaría mucho en salir editado. Cuando, por fin, pudieron comprarlo, sus incontables peticiones de dedicatorias con el libro en una mano y la tarjeta bonobús en la otra, provocaban continuos retrasos sobre los horarios reglamentados. También hubo quejas, de algunos intolerantes, a causa de sus distracciones al volante por los cotidianos debates a bordo, como, entre otros muchos, los provocados por algunos viajeros que no solo se tomaban la confianza de proponer metáforas alternativas a las del poeta, sino que además las sometían a la opinión de los pasajeros. O por las controversias sobre si, en su nueva obra había superado su anterior vanguardismo, propio de principiantes, según más de un criterio. O peor, las trifulcas subidas de tono que se organizaban cuando algún listillo tenía el atrevimiento de afirmar, como pretendiendo insinuar algo más grave, que en sus versos se advertía la influencia de los de fulanito.

El departamento de Recursos Humanos fue comprensivo y le aceptó las alegaciones al expediente disciplinario que se le había abierto. Aunque con apercibimiento para caso de reincidencia. Cuando ya estaba dudando entre pasarse al relato breve, olvidando la poesía o publicarla bajo pseudónimo, el Comité de Empresa consiguió su traslado a las oficinas.