"No por mucho amenecer, madrugas más temprano (Al estilo Garcigrande)", de Yosu Aitor Romo Garamendi

02.06.2019

Estimado Garcigrande, eso que aparece ahí es una nauseabunda patraña. 

¿Quién es capaz de reproducir el sonido que produce la hoja de un cuchillo al degollar a alguien de lóbulo a lóbulo...?

Yo no estuve allí. No conozco el lugar. Aborrezco el mar porque no para de moverse, me causa desazón y produce en mí una sensación de pérdida patológica del equilibrio. No soy capaz de odiar hasta ese punto a causa de mi pereza: odiar exige constancia y disciplina, cuestiones que evito con la intención de ser menos infeliz durante mi existencia.

Aquella tarde, asfixiante, me disponía a organizar mi enésimo intento de suicidio controlado cuando sonó el timbre de la entrada. A regañadientes, escruté a través de la mirilla y las vi... Supe de inmediato la intención que traían pero, después de un momento de duda, abrí la puerta.

¿Por qué a menudo la vida produce la misma sensación que la producida por un pellizco en el codo...? Allí estaban. Lánguidas. Estilizadas. Asépticas...

La conversación fue seca pero aclaratoria. El objeto era yo... Bueno, ajustemos: mi cuerpo. La experiencia fue delirante. Ellas son la base de mi coartada, una coartada que aborta la posibilidad de que yo estuviera en ese ignoto lugar.

Sin embargo, querido Garcigrande, algo me sitúa allí como sujeto de lo acaecido, alguien me convierte en un individuo capaz de descuartizar y disfrutar con las vísceras de otro ser humano. Digo me convierte, no porque quizá yo no sea así... Sencillamente, no me reconozco así... Lo sucedido es execrable. Pero sucedió lejos de mí y de lo mío... Empiezo a sentirme confundido y a sentir el pálpito en la sien... Y, debo reconocer, que alguna vez me recorrió una pulsión irrefrenable que me llevaba en esa dirección... Pero la disipé... O eso creía...

¿Cómo podemos saber el auténtico color de algo si siempre depende de la luz que reciba? ¿Qué olor despide la soledad? ¿Cómo suenan la infidelidad o el hastío?

Amigo Garcigrande, ten la absoluta seguridad de que nada tuve que ver con tu muerte, aunque siempre la deseé y rara vez lo oculté.

Espero que estés donde estés, jamás descanses ni tengas paz.